Quinto Mandamiento, es organización de jóvenes objetores y objetoras de conciencia, no violentos y antimilitaristas; que trabaja en los temas Objeción por Conciencia, Antimilitarismo, Derechos Humanos y el empoderamiento de los y las jóvenes como actores de transformación por medio de la No violencia activa como forma de lucha en pro de una sociedad más incluyente, justa y equitativa; con el fin de buscar alternativas al reclutamiento forzado y a través de acciones directas no violentas, Lenguajes alternativos como expresión política e Intercambios de saberes (talleres), poder llegar a la juventud con una propuesta en la cual sean ellos los que identifiquen la problemática social y a su vez asuman una postura frente a ella.
Los jóvenes en el país venimos afrontando una difícil situación de vulneración de nuestros derechos, postulados de objeción por conciencia, de no violencia y antimilitarismo.
El reclutamiento es regulado en Colombia en la ley 48 de 1993. Mientras que esta ley requiere “clarificar la situación militar de uno cuando cumple los 18 años de edad” (Art 14), la falta de no poder hacerlo solo puede ser sancionada con una multa (Art 41 y 42). La ley no especifica en estos casos el procedimiento normal de reclutamiento, descrito en el Artículo 14 - 21 de la ley.
En adición a esto, el reclutamiento forzado es una violación al "derecho a la libertad personal (artículo 7), la protección de la dignidad humana (artículo 11) y el derecho de circulación (artículo 22), garantizados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Consideramos igualmente que esta práctica vulnera el derecho a la libertad (Art 13) Libertad de conciencia (Art 18), Libertad de opinión (Art 20) La libertad individual (Art. 28) consagrados en la constitución política de Colombia.
En contraste a lo expresado en la norma, se hace evidente que la fuerza militar no la respeta, pues de uso cotidiano comete actos prohibidos por la ley tales como batidas o detenciones arbitrarias en las calles y lugares públicos contra los jóvenes que no pueden acreditar su situación militar. En estas acciones somos tratados como delincuentes y vulnerados nuestros derechos.
Ante este hecho argumentamos nuestra objeción por conciencia a pertenecer a un ejército, que no queremos empuñar un fusil y mucho menos tener que asesinar a un ser humano en cumplimiento con la obligación de ser “Héroes de la Patria”. De manera reiterada replicamos nuestras exenciones de ley para no prestar el servicio militar, razones que no son escuchadas por los militares encargados de las batidas y en medio de insultos nos forzaron a subir al camión, configurándose, de este modo, una privación de la libertad y una detención arbitraria.
Las fuerzas militares premeditadamente confunden fuerza con autoridad y rompen el marco jurídico que rige su comportamiento, convirtiéndose de facto en un actor armado ilegal como cualquiera de los que dice combatir, pero nunca reconocerán su proceder ilegal pues su prepotencia las lleva a concluir que son las hacedoras y modificadoras, a su antojo, de las leyes.
No obstante, el grupo de trabajo de detenciones arbitrarias de naciones unidas; en su opinión No.8/2008 (Colombia) le dice al gobierno colombiano: “La detención contra quienes se han declarado expresamente objetores de conciencia no tiene sustento jurídico ni base legal y su incorporación al ejército contra su voluntad es en clara violencia a sus postulados de conciencia, lo que puede vulnerar el artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. No proveer espacio para el derecho a la objeción de conciencia puede ser una violación de dicho artículo. Tampoco tienen base legal ni sustento jurídico las prácticas de batidas, redadas o levas, con el objeto de detener en las calles y lugares públicos a los jóvenes que no pueden acreditar su situación militar”.
Colombia es firmante del Pacto Internacional de Derecho Civiles y Políticos. El derecho a la objeción de conciencia es reconocido por el Comité de Derecho Humanos de las Naciones Unidas, como un legítimo ejercicio del derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión.
Otra situación sobre la que llamamos la atención es el hecho de que los jóvenes que son reclutados arbitrariamente y retenidos por horas en las bases militares, aun después de probar que están exceptuados por la ley, son llevados a las afueras del pueblo y en oportunidades son trasladados a guarniciones militares de otros municipios, pero al momento de ponerlos en libertad sólo los sacan de las instalaciones sin regresarlos a su lugar de origen, poniendo con ello en grave riesgo la vida de los recién liberados.
Estas son solo algunas de las irregularidades que se han presentado en la jornada de reclutamiento.
Como jóvenes reconocemos las condiciones de conflicto interno que sufre Colombia y en especial el departamento, no creemos en el uso de la fuerza y las armas para justificar el orden o la resolución de los conflictos; por esta razón objetamos a participar de cualquier ejército, en su lugar nos acompaña el afán por construir alternativas ante la situación del conflicto armado interno que vive el país, por lo tanto, trabajamos a diario desde nuestros lenguajes alternativos, es decir, con la alegría de la tambora y la danza que la secunda; con la sabiduría del teatro y la creatividad que lo enaltece; con la belleza de la poesía y los sentimientos que recrea, entre otros, para proporcionar un acompañamiento al servicio de la paz y la vida, por eso, los uniformes, las armas, la violencia, son elementos disonantes dentro de nuestro trabajo con las comunidades, así mismo, constituyen un irrespeto al esfuerzo por construir desde los jóvenes una cultura de no violencia.
En esa lógica perversa y miope de la paz del fusil nos encasillan “si no está conmigo es mi enemigo” y por eso, frente a la objeción, frente a la reivindicación de la libertad de pensamiento y de conciencia nos responden con el moquete tajante de subversivo o guerrillero.
Los ejércitos dicen hacer la guerra para alcanzar la paz, ese slogan no es con nosotros porque los jóvenes objetores por conciencia tenemos claro que la paz que sigue a las guerras es la paz de los sepulcros, del odio, del resentimiento, de la venganza, es la paz del orden construido sobre elementos coercitivos y por tanto, efímero. Esa paz no la queremos los jóvenes, la paz por la que trabajamos es la que surge de los hombres y mujeres felices, sin hambre, con empleo, con salud, con educación, con capacidad para resolver los conflictos desde la negociación y no desde la eliminación; la paz que queremos es la paz de los vivos, no la “paz de los muertos”. Por eso los jóvenes objetamos la guerra, por eso los jóvenes, hombre y mujer objetamos engendrar hijos para la guerra, nuestros hijos serán semilla de vida, no abono de cementerio.
Colectivo de Jóvenes Quinto Mandamiento
Barrancabermeja 25 mayo de 2009